Año nuevo, vida nueva.

Lo sé, hace veintitrés días que empezó el año, pero todavía no se me quita de la cabeza el hecho de que ya estamos en 2020. De hecho, para mí ayer mismo estaba empezando la universidad (lo cual sucedió en 2014), seguro que dentro de nada tendré treinta años y estaré pensando en que no estaría mal dejar de depender de los diez euros que me dan mis padres de vez en cuando. El tiempo vuela, ya lo creo, sin embargo -y a diferencia de nuestro cuero cabelludo- hay cosas que nunca nos abandonarán (ni abandonaremos): los propósitos de año nuevo.

Está claro que este artículo va a hacer daño, porque si me pongo a pegar puñaladas, no quedáis ninguno, ya que todos sabemos que el siguiente paso a la hora de crearte un propósito de año nuevo es, obviamente, incumplirlo a las dos semanas y olvidarnos hasta el año que viene; una costumbre legendaria que no se debe evadir si no queremos faltar al respeto a la vida. En resumen: un año más nos apuntamos al gimnasio para quitarnos "esos kilitos de más" que nos metimos en navidades entre turrones de Jijona y copitas de vino, un año más que vamos al gimnasio cuatro días para correr diez minutos -y hablar tres horas con el colega que va contigo para no aburriros-, y un año más que, antes de que empiece febrero, nos excusamos en el frío o el cansancio para evitarnos ir al gimnasio mientras devoramos Nutella a cucharadas. Esto me hace plantearme la siguiente pregunta: ¿para qué nos hacemos propósitos de año nuevo si sabemos que vamos a incumplirlos?

Podemos imaginárnoslo ya cuando oímos aquello de "año nuevo, vida nueva", porque seamos sinceros, quitando de algunos afortunados, nuestras vidas distan de ser lo más interesante del mundo. A grandes rasgos, todos somos iguales: tenemos aficiones, relaciones sociales y familiares, trabajo... La forma en que escribimos nuestras historias puede ser distinta, pero al final el contenido es el mismo, y si nos ponemos a pensar la mayoría de días que vivimos no tienen nada que se salga de lo rutinario. Y cuando conseguimos hacer algo distinto nos gusta, porque aprendemos mediante la experiencia, y la novedad siempre es excitante, nos hace sentir vivos y con ganas de seguir descubriendo cosas.

Entonces nos enfrentamos al nuevo año como si el 1 de enero nuestras vidas empezaran otra vez, y pensamos hacer lo que no hemos logrado los trescientos sesenta y cinco días anteriores (ponernos en forma, volver a estudiar, viajar a donde sea...), afrontando el futuro con incertidumbre e ilusión. Pero al cabo de dos semanas la mayoría ya nos hemos dado de bruces con la realidad, y volvemos a seguir la rutina que seguimos hasta el final del año anterior. Nos gusta pensar que somos fuertes, que tenemos la voluntad suficiente para cumplir nuestros sueños, pero si al final no hacemos nada... Es posible que no poseamos la voluntad y fuerza necesarias, quién sabe. ¿Deprimente? No lo veo así. Quizás simplemente no hemos encontrado nuestra pasión todavía.

En el mundo actual -y más que nunca-, el cuarto poder manda en nuestras vidas, y desde pequeños nos meten en la cabeza que lo bueno es ser como el futbolista que sale por televisión (rico, esbelto, fuerte...), se habla mucho del dinero y los coches que tienen, pero poco sobre si son felices de verdad. Hay gente que a esto último contestará "claro que son felices, no se preocupan de pagar la hipoteca, o de no llegar a fin de mes", a ellos les dedico la siguiente frase: de nada sirve el dinero si no va acompañado de felicidad. Está claro que si eres rico y te gestionas bien no tendrás preocupaciones económicas, pero quizás sí llegues a alejarte de tus amigos, familiares, verdaderas pasiones, o simplemente sufras mucha presión debido a tu trabajo o a los proyectos en que te has metido; y puede que llegues estar depresivo por todo ello, ¿quién sabe?

No me malinterpretéis, no digo que todos los ricos sean desdichados, ni que todos los pobres sean felices, y ojo, tampoco que debamos dejar de lado nuestro trabajo o aquello que nos reporte dinero para sencillamente pasarnos el día criando caracoles por "ser nuestra pasión". Pero sí tenemos que dejar de mirarnos en el espejo televisivo y conocernos más a nosotros mismos, además de hacernos preguntas como ¿qué he deseado hacer pero no me he atrevido?, o ¿qué deseo tener en mi vida? Puede que las respuestas no nos lleven a ser ricos, pero cultivaremos nuestro espíritu, y eso no es poco, creedme.

Para hacer esto, por cierto, no es necesario esperar al siguiente año, porque cuanto antes lo hagamos, mejor será. Ya que algún día miraremos atrás y diremos "vaya, mira lo inútil que era antes en esto, y fíjate ahora, soy la hostia", y cuanto antes empecemos con ello, antes nos veremos de esa manera. Es una sensación magnífica, y he de ser sincero, eso es lo que precisamente busco con éste blog, hace tiempo que quiero escribir, y ahora me he decidido a desarrollarlo. Espero que dure mucho, porque está guay construir proyectos en la mente, pero si nunca se llegan a hacer realidad... Es una verdadera pena. Sed bienvenidos a este nuevo proyecto.

Comentarios